miércoles, abril 27, 2011

Aldana

Aldana

viernes, abril 08, 2011

El ganador

Luisito Canalicchio siempre fue un tipo raro.
Recuerdo que el único cumpleaños que festejó fue el de los 8 años y recuerdo también que para aquélla ocasión sólo invitó a dos compañeritos: al gordo Britos y a mí.
Luisito tenía un trato con el gordo, el mismo era de tipo gastronómico y garantizaba su inmunidad: en los recreos le regalaba la merienda y de alguna manera le hacía entender que no quería que lo molestaran.
Conmigo, nos emparentó un hecho por demás confuso. Imagínense lo siguiente: "...quite formidable del hueso Gutiérres (con s, porque así lo habían asentado en el registro) le pasa el balón a Vitini, ¡grande Vitini...se saca uno, dos tipos, tres tipos de encima y sigue...! (¡soltala Vitini comilón!) Paren a esa locomotooraa... ¡Vitini, qué bien le hacés al fútbol argentino! siga Vitini (¿quién te pensás que sos Vitini? ¡Terminaste trabajando en un Call Center!) siga Vitini que es suyo el goooo.. ¡Palo, señoras y señores, paaaloo! Rebote para... ¿cómo se llama ese pesquero? (ojito que ese oportunista, soy yo) ah... ¡el negro Fracassi! (también, con ese apellido ¡me condenaron!)...rebote para el negro... el negro la tiene... el arco está sólo (porque el gordo Britos se cayó) el negro (para sorpresa de toda la platea) no define y se la pasa... en un acto de tremenda caridad (¡maestro de Calcuta!) a Luisito para que se lleve los laureles y Luisito... ¡La toma entre sus manos y... se pone a limpiar el fútbol con su guardapolvo! ¡Animal! ¡Qué hacés Luisito, qué hacés! ¡La tenías que empujar! ¡También negro, sólo a vos se te ocurre pasársela a Luisito!".
Al día siguiente de ese "inolvidable" partido, era el cumpleaños de Luisito. El gordo se agarró una faringitis bacteriana y no pudo ir. Yo hubiese preferido una paperas pero... mi madre me planteó lo siguiente: "...si no vas, luego no pretendas que la gente venga al tuyo...".
Me puse las New Balance y fui (no tendría que haber ido).
Los soldados y el fuerte no se podían tocar, la colección de autitos arriba de la repisa tampoco. Tenía un pila de álbumes vacíos y al lado todas las figuritas ordenadas que lo completaban pero no las pegaba. Había un Ludo Matic listo para comenzar a jugar pero tampoco se podía manosear, en igual situación se encontraban el ajedrez y el Senku. En cambio el cubilete, daba la sensación de que sí se podía utilizar porque los dados estaban desparramados pero en realidad, simulaban una tirada ya que... ¡los cubitos estaban pegados a un paño verde!
Pero lo que más me llamó la atención no fue todo eso, tampoco el reloj que marcaba siempre las 17:15 hrs. sino el bicharraco embalsamado que tenía sobre la mesa de luz.
¡Juguemos a no pestañear!, me interrumpió Luisito.
Obviamente me ganó. No sólo eso; el chiflado, a pesar de que los ojos se le habían puesto más rojos que un tomate y a pesar de que goteaba lágrimas a caudales, no quería terminar el juego.
Por suerte o por desgracia tuve la grandísima idea de invitarlo a jugar al viejito congelado.
¡Para qué!, apenas lo toqué: quedó duro. Por expreso pedido de los padres (que alzaban y trasladaban al "momificado" de un lado para otro) tuve que soplar las velitas y abrir todos los regalos (dos).
¡Puede quedar días así, tiene una resistencia terrible el granuja! (comentaba orgulloso, don Canalicchio)
Obviamente cuando vino mamá a buscarme le dije que la había pasado bárbaro.

Tuvieron que pasar más de 24 años para volver a esa casa.
Resulta que al encontrarme con el gordo Britos en el supermercado (había bajado de peso y conformado una familia-qué gordo atorrante-) me comentó que lo único que sabía de Luisito era que estaba en silla de ruedas.
Me puse los zapatos náuticos y fui a verlo (no tendría que haber ido).
Era cierto, un accidente cerebro vascular lo había dejado como un vegetal.
Ahí estaba el pobre, totalmente inmovilizado.
Luisito...¿Sabés quién vino a verte? (dijo don Canalicchio)
Soy el negro, el negro Fracassi. (respondí como un estúpido)
El padre nos dejó solos.
Observé que en realidad no había cambiado casi nada su aspecto.
Su postura y sobre todo su mirada eran prácticamente las mismas. Un sólo detalle me estremeció hasta la médula:
Noté que su comisura derecha estaba más levantada que la izquierda y daba la terrible impresión de que... esbozaba una pequeña sonrisa.