En uno de esos nichos que hacen ahora en las paredes modernas, estaba el jarrón de la abuela. Si bien no combinaba con la tecnología tecnológica que pululaba a su alrededor, todos estábamos conformes de que, de alguna manera, la historia familiar: se mantenía vigente.
Pero a Valentín y a Simón les importaba un pito que la abuela estuviera requetemuerta, es más: el único contacto que tuvieron con ella fue a través de fotos. Y con sus 7 y 9 años respectivamente, tampoco tenían noción de lo que implicaba retener un recuerdo pesado.
Mientras correteaban por el living, Simón alcanzó a Valentín y lo tomó de la remera. Valentín le dijo que no había sido tocado porque "...la remera no forma parte del cuerpo." Simón retrucó diciendo que "...si la remera no forma parte del cuerpo sacátela y quedate desnudo!" Todos reímos ante la ocurrencia; pero ellos, ni se inmutaron y continuaron con el tira y afloje.
De repente surgió un grito que apagó las risotadas : "¡Simón, soltalo, le vas a romper la remera!"
Y el obediente de Simón...lo soltó.
Todos vimos a Valentín salir despedido, intempestivamente, hacia la memoria. Su mano apenas rozó el jarrón pero bastó para que éste tambalease y se dirigiese, fatídicamente, hacia el suelo.
Obviamente nos partimos en 10 mil pedazos.
El silencio encapotó todo el living unos instantes, hasta que... un grito arengador felizmente lo fulminó:
"¡Rotos los grilletes!".
Pero a Valentín y a Simón les importaba un pito que la abuela estuviera requetemuerta, es más: el único contacto que tuvieron con ella fue a través de fotos. Y con sus 7 y 9 años respectivamente, tampoco tenían noción de lo que implicaba retener un recuerdo pesado.
Mientras correteaban por el living, Simón alcanzó a Valentín y lo tomó de la remera. Valentín le dijo que no había sido tocado porque "...la remera no forma parte del cuerpo." Simón retrucó diciendo que "...si la remera no forma parte del cuerpo sacátela y quedate desnudo!" Todos reímos ante la ocurrencia; pero ellos, ni se inmutaron y continuaron con el tira y afloje.
De repente surgió un grito que apagó las risotadas : "¡Simón, soltalo, le vas a romper la remera!"
Y el obediente de Simón...lo soltó.
Todos vimos a Valentín salir despedido, intempestivamente, hacia la memoria. Su mano apenas rozó el jarrón pero bastó para que éste tambalease y se dirigiese, fatídicamente, hacia el suelo.
Obviamente nos partimos en 10 mil pedazos.
El silencio encapotó todo el living unos instantes, hasta que... un grito arengador felizmente lo fulminó:
"¡Rotos los grilletes!".
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