viernes, marzo 16, 2012

Selección natural

No sólo no era supersticioso sino que Marcelo, siempre desafió toda creencia referida a la desgracia.
¡Llegó a tal punto de casarse con Marcela un martes 13!
Como todo médico, siempre asistió a todo tipo de eventos y congresos y como todo participante de esos acontecimientos, siempre engañó a Marcela con alguna que otra congresista. Claro está que siempre, conseguía los certificados de asistencia debido a que un amigote se los proporcionaba y claro está también que Marcela siempre se dio cuenta de sus perrerías.
Una lluviosa tarde de domingo, Marcela le encontró unos mensajes comprometedores en el celular y finalmente se hartó de Marcelo. No tuvo más remedio que echarlo de su casa.
Marcelo abrió los brazos en el medio de la calle, se arrodilló y le dijo:
- ¡Marcela, te juro que te amo! ¡Si no llegara a ser cierto, ojalá que me parta un rayo!
Inmediatamente, un gran destello blanco cubrió toda la bóveda y luego se sintió el estruendo a pocas cuadras del lugar.
- ¡Ves Marcela, Te amo! exclamó, complacido, Marcelo.
Eso fue lo último que Marcela le oyó decir a Marcelo y lamentablemente no tuvo tiempo de perdonarlo porque...minutos antes y a unas 10 cuadras del lugar, un tipo en una moto esquivó la barrera del paso a nivel y alcanzó a pasar milagrosamente antes de que el tren lo arrollara, luego cruzó un semáforo en rojo(en realidad pasaba todos los semáforos en rojo y todas las esquinas sin tocar el freno) y se salvó de que una Ford 100 lo abriera cual lata de duraznos. Posteriormente zigzagueó un pozo enorme lleno de agua (esa falta de mantenimiento por parte del municipio casi le quita la vida), también alcanzó a girar y evitó impactar contra varias bolsas de basura (no sé por qué carajo la gente tira basura a la calle cuando llueve, deben pensar que el mundo es cuadrado y la mierda cae a un abismo) y por último, eludió una rama que se cayó luego de que un rayo fulgurante arremetiera contra un árbol ubicado a pocas cuadras de la casa de Marcela.
Semejante cantidad de sucesos contribuyeron a que el motociclista le enviara un mensaje de texto a su novia para jactarse de su buena fortuna y para pedirle que le jugara medio sueldo a la patente de la moto en la quiniela nocturna.
Obviamente lo escribió mientras manejaba, pero nunca llegó a enviárselo ya que un idiota arrodillado en el medio de la calle, se le apareció de repente.
No alcanzó a frenar y lo partió al medio como un queso (en realidad no iba a frenar porque nunca llevó la moto para cambiarle las pastillas). Intentó en vano controlar la dirección y terminó reventándose la cabeza contra el cordón de la vereda (el casco ¡claro que lo llevaba! pero en la mano, como todo canchero).

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