domingo, octubre 28, 2012

Sad Smile

Las patas sobre la arena,
una arena que luego...vidrio.
el vientre candente,
ojos empachados de mar,
un mar que traga  atardeceres rosados.
Pero el cocodrilo no llora por esas estupideces.
Tampoco por sus llagas en la sal.
No lo estremece ni el susurro de las caracolas.
El cocodrilo llora solamente,
cuando
se
manduca
sonrisas
de
delfines.

viernes, octubre 19, 2012

Manual del suicida: "Los conrazones"

-¡Están en el puente, se van a tirar...! (gritaron las laringes).
Ninguna víscera se quiso perder semejante espectáculo (salvo los hígados, que se quedaron en "El templo de Carlitos"). Las tetas, muy samaritanas, se ubicaron  debajo de la estructura ferrosa con la idea de amortiguar la caída suicida de miles de corazones.
Los upites, como andaban con hemorroides virósica, prefirieron quedarse de pie. Los estómagos, se fagocitaron. Las pinchilas, obviamente, dentro de las conchas y las conchas..., pensaban en los motivos por los cuales, los corazones llegaron a semejante determinación.
Todos o casi todos estaban allí, ¡hasta fueron los órganos trasplantados y los extirpados!
-¡Qué hablen los cerebros! ¡Que digan algo! (gritaron las laringes).
Y... los cerebros hablaron:
-La pregunta no es si la cosa es para siempre. En todo caso, "Las preguntas" son:  una vez que se consiga lo que se quiere, ¿uno se conformaría? y en caso de que así sea o no lo sea:  ¿volvería a intentarlo?
Los corazones finalmente no se arrojaron pero quedaron estupefactos, que fue casi lo mismo.
Y los estómagos, se vomitaron.

jueves, octubre 11, 2012

Ocho sapos


Habrá comenzado alrededor de las 23 horas.
La cocina de mi departamento tiene un ventanal que "dal" complejo turístico "El Edén", más precisamente al salón de usos múltiples o de juegos múltiples, que, hasta ese día, nunca estuvo en funcionamiento hasta altas horas de la noche.
Luego de mi baño habitual, y como es costumbre, cubrí mi cabeza con un toallón y con otro oculté mis pechos y el cuerpo; después asenté mi culo en una silla y ocupé otra para mis patas. La idea era pintarme las uñas de los pies de distinto color a la de las manos; plan que tuve que desestimar ante la impreinvisibilidad.
Pude observar cómo un hombre  de unos treinta y pico, valiéndose de un equipo de música, una bolsa y un taco, se preparaba para jugar al pool en el salón.
Quizás era algún pariente del propietario del complejo o quizás le pidió autorización al encargado con la promesa de comportarse decentemente.
Lo cierto fue que, acomodó todas las bolas dentro del triángulo, sacó un vino, puso música y  rompió juego.
Lo sentí solo pero entusiasmado.
Poco a poco comenzó a soltarse; cantaba algunos temas  y hasta festejaba los tiros apretando los puños como si tuviera en frente a su más acérrimo contrincante.
Debo admitir que, su aparente gozo, comenzó a  incomodarme.
Me levanté bruscamente y sin querer o quizás inconscientemente, se desató el toallón (no el de la cabeza) y quedaron expuestas mis partes pudendas.
En ese instante, él miró con impasibilidad, es más, tuve la impresión de que en realidad fijó su vista en el crisantemo que estaba colgado en la pared. Me sentí terrible, no por el hecho del descuido, sino por la
tremenda apatía en su mirada y la falta total de deseo.
Opté por apagar todas las luces y espiarlo desde la penumbra.
A medida que pasaron las horas y el alcohol se apoderaba de su cuerpo, él disfrutaba más y más su retraimiento.
Lanzó varias risotadas cada vez que pifiaba y  se mandó un carcajadón que casi le cuesta  un pantalón orinado y un vidrio, todo por querer picar la bola blanca por encima de la negra.
Eso, por algún motivo que desconozco, me encolerizó. ¡No podía creer que un sábado por la noche, alguien se divirtiera, prescindiendo por completo del mundo!
Entre pitos y flautas... ganaron las lisas a las rayadas 5 partidos a 4, hubo bailoteos  patéticos de pelvis cada vez que sonaba un tema de su agrado e idas y retornos al baño con la bragueta y el cinto desabrochados.
Puso el taco contra la pared y pasó al sapo; sacó las fichitas  de la bolsa y... ¡8 sapos! ¿Cómo un tipo puede hacer 8 sapos estando en pedo? y luego... ¿Cómo se puede jugar al ping pong solo? ¡Corrés como un animal! ¿Qué tiene de interesante? No me lo explico.
Finalmente...después que cagó (se demoró mucho más de lo habitual en el baño), volvió y se acostó sobre su mesa de pool y ahí quedó tendido, un largo rato. Tomó una bola que había quedado en la mesa y sin levantar la mejilla del paño verde, la hizo rebotar contra la baranda para que volviera hasta su mano. ¡Una y otra vez, una y otra vez!... hasta que...imprevistamente se levantó, agarró el equipo de música, las botellas vacías, el taco, el triangulito; guardó en  la bolsa las bolas, las fichitas del sapo (que habían quedado desparramadas por el piso), las paletas y la pelotita de ping pong ; apagó las luces, cerró la puerta del salón y...con una tremenda aflicción, retornó (sensatamente) a nuestro maravilloso mundo.