domingo, noviembre 21, 2010

Parlanchines

Me pasa algo tremendamente extraño en las librerías.
Sucede que, ni bien ingreso: ME DA DISNEA.
Quizás mi cuerpo no resista las sensaciones vertidas por cada uno de los volúmenes.
Lo cierto es que no puedo estar demasiado tiempo dentro. Siento sequedad bucal, miro continuamente las puertas y/o ventanas de acceso (me cercioro de que no hayan sido obstaculizadas), me siento inquieto, una tristeza irrumpe en mi interior y se transforma automáticamente en aversión.
En ese instante debo huir (por más que tenga un ejemplar en la mano), corr/horrorizado tapándome los oídos con las manos y gritando:
¡Cállense, por favor cállense!