jueves, julio 07, 2011

Como un pájaro contra el vidrio

Ni bien entré a mi casa, percibí dos cosas: un olor repugnante y toc tocs.
Revisé la suela de las zapatillas pero no había pisado mierda. Abrí la puertita que aloja al tacho de residuos pero tampoco provenía de allí la hediondez.
Fue inútil explorar la heladera, el canasto de papas y cebollas y los resumideros.
Opté por focalizar mi búsqueda en el sonido, semejante al golpeteo de un pájaro contra el vidrio. Pero las arcadas me obligaron a retorcerme sobre la cama.
Allí, mientras los espasmos me atormentaban y mientras mi cuerpo tomaba cada vez más temperatura; observé que en el techo de la habitación había una puerta.
¿Qué demonios hacía una puerta en el techo de mi habitación?
¿Acaso la fiebre me estaba jugando una mala pasada?
Para desentrañar el misterio tuve que brincar, incontables veces, sobre el colchón.
La puerta tenía una llave, pero no picaporte. Y se abría empujando hacia arriba.
Giré la llave, y el sonido cesó.
Impulsé la puerta con fuerza y vertiginosamente me introduje en el interior de esa extraña habitación.
La fetidez quemó mis ojos y la confusión se apoderó de todo mi ser.
Imposible comprender y mucho menos explicar con palabras lo acontecido.
Cadáveres, cadáveres, cadáveres, cadáveres de mí.
Todo el piso o el techo atiborrado de muertes.
Cada una con mi rostro.
Horrorizado, intenté huir de allí. ¡Pero la puerta no tenía picaporte!
A pesar de que mis manos sangraban, continué golpeando, como un pájaro contra el vidrio.