sábado, septiembre 24, 2011

Parálabola

"...porque sólo sabiendo donde está el fondo verdadero, uno puede apoyarse..."
Mario Benedetti, Gracias por el fuego.

A Sebastián.

Uno de los hombres que anhelaba lo finito se detuvo en el punto donde surgían dos túneles: uno conducía a un paraíso infernal el otro, a un infierno celestial.
Ángeles o gárgolas custodiaban los accesos y cerraban el paso con grandes balanzas. Extendieron sus alas carentes de plumas y le exigieron que opte por alguna dirección.
El hombre, prefirió roer sus propios huesos. En ese instante observó asombrado cómo, con gran estrépito, los platillos se equilibraron.
Sangraron sus oídos y... supo que no era él, el de su propio aliento.
Todo se deshizo.
En soledad, un pedazo de papel con un leyenda bailoteaba (como polilla agonizando), en el piso.
El mismo aclaraba: "Lo finito, los túneles, los ángeles, los platillos, son nada más que cilindros pendiendo de tanzas con querubines muy pero muy bonitos que, cuando sopla el viento, se chocan y hacen un ruidito in-so-por-ta-ble".