jueves, diciembre 06, 2012

La muerte de él

Despertarse con las manos ensangrentadas no es un  panorama alentador para un comienzo de día.
Y mucho menos aún cuando las sábanas y toda la habitación, también están "acoloradas".
Intenté concentrarme en los acontecimientos previos que pudieran vincularse con el hecho en cuestión, pero no logré arribar a ningún indicio sensato que me permitiera desentrañar el enigma.
Sólo descubrí que la mayor cantidad del fluido encarnado se escurría por debajo del placard.
¡Vamos a ver de qué se trata todo esto! (me dije con denuedo mientras deslicé la puerta raudamente).
Ahí dentro yacía, completamente descuajeringada, La Soledad: mi más bella y fiel compañera.

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