miércoles, junio 29, 2011

Madreselva

A: M.S.

La verdad fue que quisieron matarnos, menos mal que logré escaparme antes de que sucediera.
Todo comenzó con una simple sensación en la cabeza, el Dr. me sugirió una R.M.N. y... ¡Zás!
¿Qué se vio?, se vio una cosa rara con forma de pepa.
Pasó el tiempo y la percepción se agudizó. Otra resonancia reveló que, de la pepa: ¡Salió un brote!
¡Se veía como una germinación!
Obviamente, el Dr. estaba desconcertado y luego de numerosísimos estudios optó por darme 3 veces al día, 2 cucharadas de herbicida.
No pasó nada, al contrario. Una madreselva comenzó a extenderse por todo mi marote.
Lo extraño, lo realmente extraño fue que mi aspecto exterior no se había modificado en lo absoluto. Podía llevar una vida aparentemente normal y ni siquiera mi familia ni en el trabajo se dieron cuenta que mis huesos, se transformaron en troncos y que todos mis órganos (salvo el corazón y el estómago) pasaron a ser flores con forma de campana.
Dejé el alcohol por el agua, quité todas las cortinas en casa y pisoteé cuanto lente para sol encontré.
Como el Dr. siguió sin encontrar una explicación y le fue imposible contener el desarrollo del arbusto, decretó que era un tipo particular de virus y que según investigaciones realizadas lograrían curarme arrojándome sobre un hormiguero y simultáneamente (mientras me retorciera) inyectarían "larvitas" dentro de mis flores campanas.
En ese instante salí como caballo desbocado del consultorio.

Ahora, estoy escondido en mi habitación, bajo la cama.
Y pensando y repensando el problema que me atañe, he llegado a las siguientes conclusiones:
Coincide la aparición de la pepa con el día que la reconocí.
Coincide la extensión en mi marote con el desvanecimiento de mi razón.
Coincide la ramificación en Todo mi cuerpo con la pérdida de La Nada.
Coinciden las flores campanas con su belleza.
Coinciden los tallos, en lo que eran mis huesos; porque su nombre ha calado hasta lo más profundo de mi médula.