domingo, agosto 14, 2011

La oquedad

Me despertó una terrible sensación en el ojo, como si tuviera una basura o una pestaña.
Frente al espejo, tomé el párpado con los dedos índice y pulgar y lo estiré hacia arriba. Luego, comencé a girar el globo ocular con el fin de detectar algún elemento extraño y...efectivamente ahí estaba. Cerca del lagrimal había una especie de cascarudo pequeño que se aferraba con sus 4 patas metalizadas.
Tomé al bicho con la pinza para depilar y al tironearlo, el maldito insecto desarrolló automáticamente 4 patas más y se prendió más de lo que estaba.
Un hilo de sangre comenzó a chorrear por mi mejilla. Puse una toalla en mi cuello para no manchar el piso ni el salto de cama y busqué la pinza perro.
Lo agarré por el caparazón y di un tirón brusco. La pinza perro se partió a la mitad quedando el mango en mi mano y la otra parte colgando de mi ojito.
El bicho... volvió a crear patas y alcanzó un total de 16 extremidades brillantes.
No podía perder más tiempo, los comercios estaban a punto de abrir sus puertas y no iba a permitir que esta situación me impidiese cumplir con mi objetivo.
No tuve más remedio que agarrar la cuchara sopera y vaciar la cuenca del ojo. La bolita cayó al suelo y rodó, arrastrando cuanta pelusa encontró, y se metió bajo la heladera.
Limpié el hueco con la toalla, lo rellené con migas de pan como para que no quedase tan desagradable y pinté una falsa pupila con témpera negra.
Entonces, con cara de pocos amigos, me dirigí a "Lo de Mary" y le exigí que me reintegrase el dinero por la leche vencida que me había vendido o en su defecto que me diera un sachet nuevo; pero, en excelentes condiciones.