jueves, agosto 25, 2011

Pepinoman (del polvo venimos y al polvo vamos)

- ¿Qué es eso que tiene entre las piernas? ¿Es un ave? ¿Es una hortaliza? No, es...¡Pepinoman! (comenta ella mientras agarra el órgano viril entre sus manos).
(Rosario comienza a masturbar a Cabrera, subiendo y bajando el prepucio. La verga se hincha a más no poder y la venas inflan el tronco.
Cabrera también la toca. Nota que su papo está mojado y su clítoris abultado.
Se besan. Los labios arden. Él, le muerde apenas la lengua. Ella exagera el dolor).
- Pare un poco, se va a quedar sin postre... (comenta el veterinario).
- Como Ud. prefiera...(le dice Rosario mientras se cruza de manos).
- No, por favor: tóqueme. No quise ofenderla...(suplica Cabrera).
- Ahora no quiero (contesta ella haciendo puchero).
- Ud. no tiene idea lo que le espera. ¡No sabe con quién se ha metido! (responde mientras la hace girar boca abajo).
- ¿Qué pretende ud. de mí? (cuestiona Rosario).
(El Dr. frota la pija en los labios de la vagina. Mete la cabeza rosada con delicadeza. Ella se aferra a la sábana y siente cómo entra la pinchila bien dura dentro suyo. Cabrera manosea también su coño. Ambos gimen como animales. La excitación es desmesurada. Ella transforma su rostro, ajusta los dientes, las narinas se ensanchan. Cabrera enloquece al verla así. La toca y la coge con vehemencia. Los ojos de Rosario se pierden en la nada: ella está acabando clitoriana y vaginalmente y él explota. Es un orgasmo sincrónico, intenso, largo y extraordinario.

-¿Qué se dice? (Pregunta Cabrera al recobrar el aliento).
- ¡De nada! (responde, sonriendo, Rosario).
-¿Nos bañamos juntos? (consulta el veterinario).
- ¡Dale...! (le contesta efusiva).
- ¿Le llamaste a Bermúdez para que vea el motor de la campana de la cocina?
- Sí, Jerónimo Luis... ya te dije que le llamé. Viene mañana. Acordate que no voy a estar para recibirlo, tengo que volver al trabajo: ya encontraron la rata en la oficina, detrás de la heladerita en la sala de descanso. Estaba seca por el veneno.
- Ya vamos a ver cómo hacemos, hermosa...dependemos de que el pelotudo de Lisandro venga a laburar mañana.

(Afuera sigue lloviendo, Jerónimo Luis y Rosario se meten en la bañera. Él se sienta entre sus piernas, dándole la espalda y apoyando la cabeza entre sus pechos. Ella lo envuelve con sus largos brazos).

¿Fin?